Hay un tema rondando la blogosfera cercana y yo no me he querido dejar atrapar, me he resistido y no porque no me interese, sino más bien porque me interesa demasiado el tema que se viene tratando en algunos post en torno a la supuesta muerte de la palabra en redes sociales como Facebook. Le he estado «sacando el cuerpo» porque es un tema que dificilmente se puede despachar en dos párrafos escritos rápidamente (y con esto ya toco otro tema que también ronda por alli que es el de la evolución de los bloguers y del blog) pero no quiero retrasar más el decir algo al respecto.
Pero vayamos al comienzo: Carlos Neri escribió en Moebius un post titulado Facebook como la muerte de la palabra en el que comienza diciendo:
Día a día uno va experimentando una nueva forma de comunicación o vinculo social, que prescinde de la palabra y apela a las mil y una formas de las aplicaciones de Facebook para comunicarle al otro algo.
Seguidamente nos recuerda la función fática del lenguaje que es la de garantizar que el canal de comunicación está, funciona, que el otro escucha, pero en el que el contenido del mensaje es lo de menos. Lo importante es recordar (garantizar) que el otro está alli aunque no le digamos nada. Esto, más o menos, es lo que dice Carlos que ocurre en Facebook:
Facebook se ha convertido en el reino de la palabra sustituida, por mates, corazones, test de inteligencia, invitaciones a grupos donde nunca pasa nada y todo un cotillón de recursos para decirle al otro nada, pero a su vez mostrarle que lo recuerda.
En Facebook podemos tener cientos de «amigos» que en la vida diaria no encontramos nunca o casi nunca y con quienes mejor compartimos un starbucks online ya que en la vida cotidiana seguramente tendremos poco que decirnos. Sin embargo (y en esto estoy de acuerdo), queremos recordarle al otro que estamos alli, que no lo olvidamos y la manera es eviándole algun detalle de esos que pululan en la comunidad. No voy a negarlo, he recibido algunas sorpresas interesantes como un pupitre de los 70 abandonado en un aula de la escuela de Letras de la UCV, pero en la mayoría de los casos (no e ofendan, por favor), apenas doy una mirada a las cosas que me envìan, sin embargo, resulta simpático ver que tanta gente (que uno ni se imaginaba) está «pegadísima» al facebook haciendo cosas y encontrando un sentido.
La comunicación, el diálogo se da por excepción, pero cuando se ratifica el contacto, disminuye la intensidad. El caso más claro es el de los famosos reencuentros del colegio. Aquí en Caracas – y me imagino que en todas las ciudades también – una de las preguntas que se repite es: ¿ya tuviste tu reencuentro? Antes de la primera reunión la intensidad del intercambio es grande: un diálogo central con diálogos cruzados y otros más privados y al final todo se apasigua y la función emotiva da lugar a la fática que ya mencionamos. Triste pero es asi, al menos en lo que me ha tocado vivir. En ese sentido estoy de acuerdo con lo que dice Carlos, quien culmina diciendo:
Aquí se invierte el proverbio y “lo que abunda daña”. Recuperar la palabra más allá de los iconos, comentar, discutir, amarse y pelearse haciendo andar el verbo daría otro sentido a Facebook, a sus grupos y a sus causas.
Mientras escribo esto han emergido algunas preguntas. La primera de ellas, la más importante de todas (aunque no nueva) es: ¿realmente podemos clasificar a Facebook como una red Social? Si, ya sé que s ha discutido en otros momentos y tiene que ver justamente con el tema de la generación de puntos de contactos y, también, con el narcisimo (no deja de ser interesante ya que por allí encontré un artículo en el que se decía que los más narcisistas se scomunicaban menos que los menos narcisistas ya que a los primeros, una vez ratificada la mirada del otro le importa poco dialogar). ¿Hay en Facebook espacios «reales», cálidos en los cuales dialogar? Allí me circunscribo a la reflexión de Andrés quien comenta al post de Carlos:
Facebook no es un medio con lo dinámico que ello implica. Siendo una red, lo que importa no es la comunicación sino la conexión donde la comunicación es algo en potencia. Para mi es como una libreta telefonica fluida y un tablero de anuncios amorfo donde están quienes sé que están. La verdadera comunicación acontece luego de cierto necesario filtrado. Fuera de eso, el resto, es ruido cargado de buenas intenciones y mucha estupidez…
Son esos espacios los que uno extraña y allí es donde definitivamente debo mostrar mi predilección por el microblogging a pesar de las consecuencias que este tiene para e blogging como tal: la palabra breve, plena de sentido que crea la ilusión de que ya se ha dicho todo y que no debemos profundizar. Ese si es un problema para mi pero que amerita otra entrada, como lo amerita la relación entre ambas comunidades y yo he llegado a preguntarme si se llean bien una con la otra (he tenido problemas al incorporar mi twitter al perfil de Facebook, ya o contaré), aunque tamién me ocurre que el efecto del microblogging en el Facebook es alucinantemente rápido y efectivo.
Pero no nos dispersemos: ¿muere la palabra en Facebook víctima del abuso del recurso como dice Eddie? Puede ser, estrictamente hablando, que la palabra importe poco más allá de su función fática, apelativa, conactiva (importante esta si tnemos en cuenta el poder de convocatoria que tienen algunas comunicaciones por Facebook) y emotiva. ¿Dónde está el sujeto? ¿Dónde la identidad? ¿Dónde la persona en su integralidad? Resuenan otras preguntas, como la que me hacia con el caso de Roxana la chica asesinada que mantenía un blog sobre su padecimiento, la anorexia. Es la pregunta por la palabra o por la sensibilidad de quien lee. Por la superficialidad o por el miedo a la profundización de esos mismos vínculos. ¿Es el mostrarse tanto en la apariencia que se mate el deseo de conocer más al otro? O, como escribe Valentín (que es un experto en el uso de la palabra sensible).
Con Facebook puede llegar el momento en que no sepas si te quieren o te odian, si quieren ligar contigo o te están mandando a hacer puñetas
Y no termino, pero comienza la madrugada y debo levantarme temprano. Pero no quiero cerrar sin antes reforzar que estoy entre las que cree en el poder de la palabra, entre las que ha encontrado en la Web un espacio de diálogo, creación y reforzamiento de los vínculos. Pero alguien, también, que por momentos llega a un estado de saturación que la lleva a extrañar el silencio y a refugiarse en él para buscar la fuerza necesaria para volver a la escritura. ¿Será en el silencio donde encontraremos el sentido profundo, esencial de la palabra? Alli me encuentro.
Pensaba comentar pero después de leer lo de » ..experto en el uso de la palabra sensible» me han salido los colores y me has dejado fuera de juego.
No se aceptan las excusas, Valentín. Nada de quedarte fuera de juego. Tus ideas me importan mucho. Que el rubor no te paralice ;-). No era mi intención, sino más bien motivarte. Adelante, di algo.
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Juli, haciendo un juego de «palabras», me has dejado sin «palabras» 🙂
Leí el post de Carlos primero y me pareció muy lúcido (como siempre) pero vos, amiga, (y por algo lo somos) lograste captar el sentimiento que no sé si será de todos los que escribimos dándole a la palabra el calificativo de «sensible» acuñado por Valentín. Tu frase final, «necesitamos del silencio para (yo lo llamo resucitar) volver a escribir ES TOTALMENTE CIERTO. Tenés la habilidad de expresar eso que siento muy profundo y que a veces no sé (y perdón por la metáfora) de qué manera «escupirlo».
Un cariño enorme y gracias por tus sabias reflexiones. Adri.
¿Será que está escrito en «clave de mujer»? A muchas personas eso le puede sonar cursi o desfasado pero quizás viene por allí, no sé.
Me encantan tus metáforas y lo de «escupirlo» será para conversarlo con un vino, que quizás, escupamos de la risa en pocos días 😉
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